En el día de hoy, con gran pesar personal y académico, anunciamos el fallecimiento del Excmo. Sr. D. Federico Torralba Soriano, presidente de Honor de la Real Academia, justo cuando las calles y plazas de nuestros pueblos y ciudades se ponían a festejar la referencia de san Jorge como Patrón de Aragón.

Su figura pausada y su hablar contundente, se han hecho historia tras 98 años de andadura por muchos paisajes y de gestión de muchos proyectos culturales. Torralba cobra mucha más vida en este domingo de abril, cuando la desaparición física del maestro se llena de vida a través de sus discípulos y de los que tuvimos la suerte de acceder al mundo del arte a través de sus palabras, sensaciones y valoraciones.

Mucho se puede hablar de don Federico y de su labor intelectual, de esa pasión por saber y conocer, pero todo ello quedaría solamente limitado a la frialdad de un currículo que no hace falta enunciar por ser de sobra conocido. En realidad, al hablar de este Catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza, nos vienen a la mente las pinturas de Goya que él conocía muy bien, las piezas de ese arte oriental que le cautivaron desde pequeño, los paisajes de esos palacios venecianos que eran uno de sus espacios más queridos, los balbuceos del arte contemporáneo que él vivió en primera persona. Su pasión por el arte, su trabajo callado y sólido, su obra abierta a muchas ramas del saber, son su mejor legado para esta tierra aragonesa que él iluminó siempre con su quehacer como profesor, como crítico de arte y como comisario de importantes exposiciones.

En el seno de la Real Corporación quedan sus afanes por modernizarla y adaptarla a las nuevas normativas de la España Constitucional, conquista que siempre se le reconocerá por la importancia que tuvo y la bondad con la que se consiguió, así como su preocupación por delimitar ese ingente y extraordinario legado patrimonial de la institución. Su imagen queda ‘inmortal’ en la Pinacoteca de la Real Academia, hecha por su buen amigo, el pintor Domingo García, cumpliendo sus deseos, y con ella el recuerdo de la última sesión en la que tuvimos el honor de contar con su presidencia, el día en el que la Real Corporación recibió su retrato.

Descanse en paz un buen aragonés, un hombre que amó sobre todas las cosas la pasión del saber.